
El consumismo se ha trasladado a las relaciones sentimentales, cada vez más efímeras, por no hablar de nuestra sufrida agenda diaria, que sobrecargamos de compromisos y actividades. Consumimos tiempo y recursos en una carrera alocada contra el ritmo natural de las cosas.
"Tanta urgencia tenemos por hacer cosas, que olvidamos lo único importante: vivir" (Robert Louis Stevenson)
Nos hemos acostumbrado a los resultados inmediatos y cualquier cosa que se dilate demasiado nos molesta.
Nuestra generación exige resultados a cortísimo plazo. Pero ¿vivir así nos hace más felices?¿Dónde está el placer de la espera?¿Qué sentido tiene correr tanto cuando no sabemos hacia dónde queremos ir?
Antiguamente la paciencia y la lentitud se consideraban virtudes capitales para hacer grandes obras. La precipitación, en cambio, genera estrés, angustia y frustración. Tal como decía hace un siglo el escritor Chesterton, el problema de las prisas es que al final nos hacen perder tiempo.
"Ha de haber algo más en la vida que tenerlo todo" (Maurice Sendak)
Corremos sin cesar porque no sabemos adónde vamos ni qué queremos hacer con nuestras vidas. Como detenernos a pensar nos da miedo- existe el riesgo de descubrir que andamos perdidos-, entre una cápsula de experiencia y la siguiente , seguimos a la carrera."
Por Francesc Miralles (extracto) EL PAÍS SEMANAL Domingo 23 de mayo de 2010
Al final, por mucho que corramos hay algo que está claro, jamás podremos escapar de nosotros mismos.