
Hoy vengo con un tema de actualidad, la ley anti-taurina, o mejor dicho anti-corridas de toros, aprobada recientemente en el Parlamento catalán.
¡Pues mire usted qué bien, oiga!
Con este tema estoy calentito, porque uno tiene más paciencia que un santo, pero también se cansa de oír gilipolleces como la copa de un pino.
Las corridas de toros son una crueldad contra los animales.
El toro sufre en la lidia, ¿te gustaría a ti que te clavasen banderillas y para finalizar una espada para matarte?
Es una barbarie que no es arte, ni cultura ni nada. Es un espectáculo denigrante.
Y como estos mil comentarios más, en fin, así está el país, lleno de hipocresía y demagogia barata que salen a relucir cada vez que hay oportunidad, así nos va.
En mi opinión cualquiera que coma carne y critique los toros en un hipócrita. Los animales que todos consumimos son criados en explotaciones masivas donde en el mejor de los casos tienen libertad para mover la cabeza y elegir entre beber o comer, que son los dos cuencos que tienen delante suya. En el peor de los casos se les introduce un tuvo en la garganta por el que se les mete la comida para que así crezcan lo más rápido posible. A la hora de sacrificarlos se les electrocuta, degolla o apalea (o todo a la vez) según proceda.
Todo el mundo sabe esto, pero nadie protesta, no veo manifestaciones en pro de los derechos de los animales, porque no interesa, todos tenemos que comer y el filete de ternera está muy rico, por no hablar del jamoncito o las sardinas a la brasa.
Estoy de acuerdo en que los toros son un espectáculo, uno que precisamente a mí no me gusta, y que mueve mucho dinero, pero las corridas de toros las pagan los aficionados cuando van a la plaza o cuando se abonan a la cadena de televisión que los da. Si no te gusta, pues no los veas.
Y en cuanto al tema de la cultura, arte y demás... pues muy bien, si hay gente que los considera así, pues que lo haga, me parece perfecto, también hay gente que considera arte muchas obras actuales, pagando auténticas burradas por ellas, y a mí particularmente me parecen un churro pero que muy grande.
Aquí, una vez más, lo que vengo a defender es la libertad de elegir. A mí no me gustan los toros, fui una vez de joven a una novillada, por el tema de la curiosidad y tal, y no pienso volver. Lo que no me gusta, es más, me disgusta, es que me obliguen a no ir, que otro imponga su criterio frente al mío.